Las cuatro
jóvenes se dirigían a hurtadillas hacia la clase “19”, aquella que tenía un
gran ventanal y que María había dejado disimuladamente un poco abierto.
Todas habían
sido criadas para lo mismo, para ser las acompañantes ideales de los
hombres de la alta burguesía. Sus familias tenían la esperanza de que así
podrían tener un buen futuro, incluso de rebote ellos también, y aunque era muy
costoso esperaban sacar beneficio cuando ellas estuviesen en edad de casarse,
además las medidas de protección del internado eran muy estrictas y aseguraban
que todas ellas llegarán a ese momento totalmente puras.
Pero ellas
se negaban en redondo a que su vida fuese programada de esa forma,
querían vivir libres y eran las únicas entre las más de 100 alumnas, el lavado
de cerebro al que eran sometidas constantemente era muy efectivo.
Saltaron por
el amplio ventanal hacia el exterior y en el mismo momento en que cada una de
ellas ponía sus pies en el suelo corría desesperadamente hacia su preciada
libertad.
Inés presa
de la fatiga no pudo seguir el ritmo que llevaban sus compañeras y se dejo
atrapar por los vigilantes que ya iban en pos de las chicas. Fue un gesto
noble, una vocecita en su cabeza le susurró “cede tu libertad a cambio de que tus amigas tengan una
oportunidad”.
Ninguna de
las beneficiarias del gran gesto de amistad que acaba de realizar Inés se dio
cuenta del mismo, estaban demasiado ocupadas intentando vencer al cansancio que
poco a poco las iba invadiendo. Delante de ellas apareció Luis, el sucio
conserje, en posición de atacar a la que intentara franquear la puerta
que el custodiaba. Se miraron y con solo este gesto supieron que debían hacer,
lanzarse las tres a la vez hacia la puerta y el “judío” solo podría atrapar a
una de ellas.
Así fue y la
pobre Paula se quedo pataleando mientras Luis la agarraba con fuerza aguantando
sus envestidas desesperadas por escapar de él.
Lo
consiguieron, aunque fuese ellas dos solas, estaban fuera de los muros de
aquella cárcel de libros y educación femenina, pasaron por el paso subterráneo
que comunicaba el recinto escolar con el centro de la ciudad, en el nunca había
vigilancia pero debían ser prudentes.
Ya fuera en
pleno bullicio de la gran urbe. Respiraban excitadas. Hacía tiempo que no
estaban en lugar como ese, incluso María
no recordaba haber estado nunca en un sitio tan abierto se había pasado la vida
encerrada entre muros del internado o de su casa.
Voy a
volver, tengo mucho miedo-. Con estas simples palabras se despidió y tomaba
otra vez el camino que habían recorrido pero en sentido contrario.
Silvia
quería haberla detenido, haberla gritado, chillado o intentado convencer, pero
sabia que María eran tan obstinada que si había tomado la determinación
de volver y de una vez conseguido ese objetivo por el que lucho dejarlo a un
lado, no podría hacer nada.
Así se quedo
sola, estaba asustada, sin saber que hacer ,ni a donde ir, .Emitió un
tímido suspiro y comprendió en ese instante que eso que estaba sintiendo por
primera vez era la libertad y rompió a llorar.